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martes, 10 de agosto de 2010

Agua que corre hacia lo hermoso

Hace muchos años, el Inca Pachacutec, acompañado de sus hijos, emprendió la conquista del valle de Inca. Sus habitantes, que cultivaban la paz, tenían sin embargco elementos para la guerra. Como el sagaz monarca Pachacutec lo comprendió, antes de recurrir a las armas propuso a los iqueños que se sometiesen a su paternal gobierno. Estos acordaron de con el trato y el Inca y sus cuarenta mil guerreros fueron cordial y espléndidamente recibidos por los  naturales.

Tras el acuerdo, Pachacutec recorrió el fértil territorio que acababa de anexar a su dominio. Se detuvo una semana en el pago llamado Tate. Cuidaba de sus aguas y de sus animales, una anciana solamente acompañaba por un bellisima doncella, su hija.

El conquistador de pueblos, inflado en su orgullo, creyó que el corazón de la joven sería mucho más fácil de conquistar. Pero ella amaba a un joven de la comarca con la energía que sólo el verdadero amor inspira.

Así que con ese convencimiento, resistió los enamorados ruegos del prestigiosos y omnipotente soberano.
Finalmente, Pachacutec, algo dolido, perdió toda esperanza de ser correspondido. I tomando entre sus manos las de la joven, le dijo, no sin ahogar un suspiro:

- Quédate en paz, paloma de este valle. Que nunca la niebla del dolor tienda su velo sobre el cielo de tu alma. Pídeme cualquier cosa que a ti y a los tiyos haga recordar siempre el amor que me inspiraste.

La joven se puso de rodillas y besando la orla del manto real, le dijo:

- Señor, eres grande y para ti no hay imposibles. Yo nada debo pedirte, pero si te satisface la gratitud de mi pueblo, te ruego que des agua a esta comarca. Siembra beneficios y tendrás cosecha de bendiciones. Reina, señor, sobre corazones agradecidos no sobre hombres tímidos, que se inclinan ante tí, deslumbrados por tu esplendor.

- Eres discreta, doncella de la negra trenza y me cautivas con tu palabra como el fuego de tu mirada. ¡Adiós, ilusorio ensueño de mi vida! Espera diez días, y verás realizado lo que pides. ¡Adiós, y no te olvides de tu rey!

El caballero monarca, puso sobre sus hombros su manto bordado en oro y continuó su viaje triunfal.

Durante diez días los cuarenta mil hombres del ejército se ocuparon en abrir el cauce del río que termina en Tate, lugar donde habitaba la hermosa joven de quien apasionara Pachacutec.

Así nació el río de la Achirana del Inca que lleva abundante riego a las haciendas. Dicen que fue la muchacha quien, al ver bajar las aguas, lo bautizó; pues achirana significa "lo que corre limpiamente hacia lo hermoso".




Rio Achirana. Provincia de Ica. Perú.





Llegenda extreta de:
"Los Quichuas. El guardian de la raza y otras leyendas"
Victoria Morana